No teme a la muerte porque es más fácil que la vida. Aún así
decide vivir. Se ríe de la existencia y me hace llorar con el pasaje de uno de
sus cuentos.
Ese, ubicado justo al medio quizás con la intensión de
quebrar. Yo, que con todos los problemas y también con esas que hoy llamo
virtudes reconozco como propio, como un poquito de pasado, como una
posibilidad futura.
Respuestas que van antes de las preguntas, sábado, un
colectivo suburbano en el asiento de la ventana, atrás y la izquierda. Tan
temprano que abunda la lucidez. Un eco de ese sol ardiente que aún se resiste
al invierno.
Las letras y la idea me tocan, me hago débil, una lágrima
absurda y hermosa cae sobre las páginas de un libro que también ríe cuando me
ve atrapada. La hoja que se humedece, cierro los ojos, olvido el recorrido de
la lágrima y sigo leyendo.
Caigo en cuenta, pero ya es demasiado tarde. De nada vale
que busque los lentes de sol, ya estoy al descubierto de mi misma. No hay nada
para esconderse.
Que ganas de tener la regla para tener a quién echarle la
culpa. Que mierda descubrir que es sólo poesía que el sol te seca las lágrimas.
Caigo aún más fuerte y quiero dejarme ir en llanto, por eso de la
idea sanadora, y porque siempre me costo llorar, y porque qué carajo ya estoy
en trance. Pero era tarde, demasiado tarde. El cuento había terminado.
A Zito y a sus ganas
1 comentario:
Gracias Rochy!
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