Contar tu historia, leer tus labios y no sé cómo. Tan impalpable comportamiento.
Ver, observar y criticar con detalle para conseguir entre
ese montón de gente un cómo.
Puedes contener un pedacito de cualquier cosa, de prejuicios, de obstáculos, de sentimientos, de paradojas.
Casi no duermes, casi no trabajas, casi no vives el día a
día, pero noche a noche acompañas a cualquiera en el transito lento hacia su
destrucción. Te paseas junto a los prejuicios, a los obstáculos. Eso que te convierte
en un tumulto de cosas.
Es difícil saber si vamos por buen camino cuando las vías
fáciles apuntan a tu destrucción inminente.
Eso que juzga y repite «no debes
hacer» dejando a un lado la importancia del deseo. Que no le gusta el
disfrute, sólo se limitan a formar el bien y el mal como bitácora.
Ahí, dentro de ese remolino que da vuelta a todos los valores,
al que mueve la rabia y que se deja llevar. No son las drogas; el sexo o el
alcohol, es sólo uno de los tres que en exceso hace uso de los otros dos.
Tu vida quizás es más divertida que la mía, no sé por
qué si vivimos en la misma ciudad.
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