sábado, 25 de abril de 2009

SANTO DOMINGO


En estos últimos tiempos y como siempre lo había soñado girar para mí es lo máximo. Conocer, compartir con la gente, probar su sazón, me hace sentir bonito, finísimo.
Recién estuve de visita en la República Dominica, un lugar súper atractivo, especial, con personalidad propia, místico.
Es de los lugares más coloridos que he conocido. Los rojos son rojísimos, los verdes intensos, el azul alucinante, único, y hasta los colores tierra sobresalen por lo acentuado de sus texturas.
Camine, y al paso conocí sitios hermosos, algunos históricos, otros turísticos, y los más sabrosos, los gastronómicos. Hasta en eso resaltan los colores.
Me gusto mucho su historia y lo bien cuidada que la tienen. Cada casa, cada esquina, cada calle, es como caminar sobre un libro de enciclopedia que muestra que ahí la historia no muere, y que cada rincón la recuerda y la guarda para poder mostrarla a cada visitante.
Tiene un olor característico, particular. El tabaco, las especies y la brisa marina se juntan para perfumar la ciudad con ese aroma que solo volverás a sentir si vuelves.
La gente una belleza, súper amables, serviciales, con ese tumbao sabrosón que los caracteriza. Es como si caminaran con el merengue en el cuerpo, integrado en cada paso que dan. Sin duda tienen el ritmo dentro.
Sus calles llenas de gente te hacen sentir parte de ellos, los niños jugando en las plazas y los turistas merodeando buscando a foto perfecta dan aires de progreso, de evolución.
Las tardes calurosas hacen que el cuerpo reacciones de inmediato, que se pronuncie, que se mueva a un ritmo acelerado. Ya sé de donde viene el merengue.
La pase riquísimo, hasta me hicieron recordar a mi país con algunas palabras muy venezolanas, todo para lograr que cada día de mi visita fuera una experiencia única e irrepetible.
Muchas gracias por recibirme de una manera tan especial, por regalarme la ciudad por unos días para que la disfrutara como quisiera. Me la gocé un montón.

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